Cuando Rusia invadió el país en febrero de 2022, la comunidad de discotecas ucranianas se preguntó cuándo era correcto salir de fiesta, ya que el país había disfrutado de una próspera vida nocturna durante casi una década. Sin embargo, no era la primera vez que la política pisaba las pistas de baile ucranianas: ambas han estado entrelazadas desde los primeros días de la escena.
«Debemos entenderlo: No hay forma de que la política se mantenga alejada de la pista de baile», afirma Anastasia Topolskaia, alias DJ Nastia. Aunque su país tenía una escena local decente en la década de 2000, recuerda que fue en 2013 cuando surgió una nueva subcultura dedicada al baile con la apertura de clubes notables como Closer. «Dondequiera que fueras en aquella época, cualquier tipo de fiesta, siempre era de calidad», dice Topolskaia. «Nada de exageraciones cursis ni música rápida. Era una ola sólida y todo el mundo la seguía».
Entonces, justo cuando la escena estaba tomando vuelo, comenzaron las protestas que se convertirían en la Revolución de Maidan, un período de disturbios que resultó en el derrocamiento del presidente del país y precipitó la invasión rusa de Crimea, precursora de la invasión actual. Durante las protestas, Topolskaia siguió asistiendo a fiestas. «La música es un lugar para escapar de la realidad», dijo, «para olvidar, al menos durante un par de horas, el día que has tenido, esta pesadilla que está ocurriendo».
Pero a veces, cuando el conflicto se volvía demasiado real, demasiado cercano, no parecía apropiado salir de fiesta. «Por supuesto que no hacíamos fiestas cuando la gente se moría en la plaza mayor», recuerda. «La música consiste en disfrutar y estar relajado. Si hay una situación estresante fuera no puedes hacerlo. A veces teníamos que quedarnos en casa y pasar el infierno».
Hoy en día, estas cuestiones se han vuelto aún más urgentes. Desde la gran escalada del conflicto en 2022, ha habido combates regulares en toda Ucrania y decenas de miles de muertos. Muchos han huido del país, entre ellos Topolskaia y varios otros miembros clave de la escena local. Desde la distancia, han conseguido concienciar y recaudar fondos a través de recopilaciones de música electrónica y activismo en las redes sociales.
Durante las pausas en los combates, varios grupos organizan fiestas que tienen que sortear los nuevos retos que suponen los toques de queda, los cortes de electricidad y los campos de minas en los parques locales. Esto ha causado cierta controversia en la escena. «Para algunos, la música y las fiestas son una vía de escape para olvidar las noticias que han visto ese día», explica Topolskaia. «Dicen que deben disfrutar de sus vidas porque sus amigos en el frente están luchando para proteger sus vidas y su capacidad de hacer cosas como ésta. Pero otros piensan que no es sano en absoluto. Les parece una locura imaginar que pueden ir a una fiesta mientras sus amigos y familiares están luchando con Rusia y muriendo. Estas ideas han dividido la escena y la gente se juzga».
La propia Topolskaia no toma partido, pero cree que este juicio es una fuerza destructiva. «Si no te apetece salir y crees que no te va a ayudar, mejor quédate en casa», dijo, «pero no juzgues a otros que lo necesitan. Tenemos que respetar que todo el mundo es diferente».
Para un país con una escena de club muy arraigada, en un momento en que la vida ha dado un vuelco y todas las certezas se han desbaratado, Topolskaia imagina que la pista de baile puede proporcionar una poderosa sensación de esperanza. «Ir al club en estos momentos puede parecer surrealista, pero también te mantiene con los pies en la tierra», afirma. «Sientes una conexión con la vida normal, y puedes recordar cómo era la vida antes de la guerra y creer que volverá cuando ésta termine. Que después podremos volver y empezar una nueva página».